¿Quién puede afirmar no haber sufrido ningún episodio de flatulencia al menos una vez en su vida? Seguramente nadie. La hinchazón se está convirtiendo en un signo visible de nuestro tiempo de abundancia, como lo demuestra la cantidad de anuncios de televisión de medicamentos para este problema. La formación de gases en el tracto digestivo es un proceso natural, pero también puede ser una llamada de atención de que algo anda mal.
Un cuerpo sano sabe eliminar gases, tanto de absorción intestinal como por excreción pulmonar. La flatulencia es causada por un exceso de gas en los intestinos hasta que el cuerpo desea deshacerse de estas sustancias altamente tóxicas y los expulsa directamente a través de los intestinos. Sin embargo, los gases intestinales pueden dañar el delicado revestimiento del tracto digestivo y la flora intestinal. También es verdad que el mecanismo de la flatulencia es necesario para la protección del tracto gastrointestinal, incluido el hígado por lo que el tema presenta diversas caras.
La flatulencia puede evidenciar, entre otros, procesos digestivos inadecuados de los alimentos que inciden sobre la flora bacteriana perturbándola. También son una señal de advertencia de que el sistema inmunológico está debilitado.
La hinchazón del vientre es causada por un desequilibrio en la flora intestinal natural (microbioma), donde se multiplican estos tipos de bacterias productoras de gases. Sin embargo, no surgen de la nada, sino como resultado de malos hábitos alimenticios o de una cultura alimentaria inadecuada. Es muy probable que todas las personas que han tomado un antibiótico al menos una vez en la vida no tengan la misma composición de la flora bacteriana que antes y, sin embargo, cada cepa bacteriana juega un papel (por ejemplo, Lactobacillus plantarum produce L-lisina). Además, dado que hay 10 veces más de ellos que de células en nuestro cuerpo, podemos decir que dentro de cada persona habita un pequeño ecosistema. En él, cualquier interferencia tendrá un efecto, y muchas veces negativo.
Para la mayoría de las personas con problemas digestivos, comer rápido es el mayor problema. Los alimentos que no se mastican bien ni se mezclan con la saliva provocan una secreción reducida de jugos digestivos e indigestión, y la no absorción de partículas de alimentos. Así es como se forman las sustancias tóxicas: a partir de carbohidratos en procesos de fermentación, alcoholes, proteínas no digeridas, productos putrefactos... Todos estos compuestos, que dañan la delicada mucosa intestinal, ingresan a la sangre y la linfa y sobrecargan el hígado. El resultado es fatiga crónica y agotamiento. Al mismo tiempo, la musculatura del intestino se daña en el intestino y esto conduce a una relajación significativa de los músculos, lo que puede agravar aún más los procesos digestivos. El vientre se estira hacia adelante, se crea la llamado barriga de gas e inevitablemente suceden cambios de postura corporal.
La hinchazón también puede ser causada por errores en la dieta, por ejemplo, por un exceso de proteínas, especialmente de proteínas animales, azúcares y cereales. También se ve favorecida por las intolerancias alimentarias y la toma de medicamentos, especialmente de antibióticos que alteran el microbioma, o de algunos analgésicos.
Además, el desarrollo de la flatulencia también está relacionado con el estrés (a través de un efecto negativo sobre la flora bacteriana se produce el desarrollo de bacterias putrefactas y fermentadoras), y con el debilitamiento de la función hepática. El hígado, como el órgano desintoxicante más relevante, está involucrado en la neutralización de los gases intestinales venenosos y su exceso, lo agota. Puede obtener más información sobre el microbioma en el folleto de la Fundación para la Salud Dr. Rath: Probióticos.
Cómo contrarrestar
La primera regla más importante es introducir o modificar la "cultura alimentaria". Esto significa masticar la comida durante mucho más tiempo, no beberla, no tomarla tarde, que no esté muy fría, ni excesivamente caliente, no picante, no muy dulce, de manera regular, etc. A menudo es esta higiene aimentaria la que está fallando.
Preste atención a la combinación favorable de los grupos de alimentos. Por ejemplo, las proteínas, las grasas y el almidón se combinan mejor con vegetales y alimentos simples.
Podemos apoyar la función del hígado incluyendo las llamados hierbas amargas (diente de león, milenrama, cardo mariano) y de expulsión de gases -hinojo, comino o anís- en nuestras preparaciones. La bolsa de agua caliente abdominal mejora el suministro de sangre desde el plexo solar hasta el hígado y el páncreas y, por lo tanto, apoya los procesos digestivos. Al mismo tiempo, no nos olvidemos de tomar agua potable tibia.
Enzimas digestivas
Merece la pena interesarse por las enzimas digestivas porque nuestra capacidad digestiva se deteriora con la edad. La secreción de jugos gástricos después de los 50 años se reduce a la mitad, lo que suele ser el origen de muchas dolencias y enfermedades. Por ello, mantener la función digestiva es extremadamente importante. Si queremos beneficiarnos de una alimentación saludable, también debemos cuidar las células encargadas de la digestión y absorción de los nutrientes, por lo que es recomendable la adición diaria de sinergias de nutrientes celulares específicos, entre los que se encuentran la betaína, las vitaminas B6 y B12, el ácido fólico, así como la vitamina C, la glutamina y enzimas digestivas: como la papaína y la bromelina.
¡Salud!